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Nota doctrinal muy importante. Como se mencionó antes, Jesús ratificó el mensaje evangelístico de Juan: arrepentimiento, confesión de pecados y fe en el evangelio. En el caso del Bautista que predicaba en el río Jordán, lógicamente lo que seguía era el bautismo en agua (como resultante del verdadero arrepentimiento). Lo mismo sucedió al predicar Pedro y sus compañeros apóstoles, cuando se añadieron a la iglesia como 3000 personas en la ciudad de Jerusalén, y fueron bautizadas en algún lugar apropiado (Hechos 2:38-41).
La iglesia de todos los tiempos ha seguido predicando el mensaje de Jesús: “el tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado”. Los números de conversos en cada generación han variado, pero en el tiempo presente van en aumento, tan solo pentecostales, suman seiscientos millones alrededor de la tierra.
Cuando el glorioso Espíritu llena la vida del que testifica, la obra se realiza con más eficacia y poder. Y mucho más cuando se sigue proclamando que el bautismo con el Espíritu Santo es una experiencia para este día y se propicia la búsqueda de esa llenura en cada servicio. El buen Jesús lo seguirá derramando como el Bautista lo prometió, y los creyentes registrados en el libro de los Hechos lo atestiguaron plenamente.
Los dos pasos básicos para ser salvos, que experimentan todos los que verdaderamente aceptan a Cristo, no han cambiado: arrepentimiento y fe. El primero conlleva la confesión de pecados, mientras que la segunda está fundamentada plenamente en el Señor Jesucristo.