Los sistemas de gobierno eclesiástico se circunscriben en cuatro vertientes y una combinación de estos, a saber:

1. El gobierno Episcopal, donde el gobierno está centralizado en una persona o grupo de personas, es el gobierno de los obispos. 2. El gobierno congregacional, donde la asamblea en pleno es la que gobierno y rechaza toda autoridad que no ha elegido esta. 3. El gobierno presbiteriano, es una manera de descentralizar el gobierno, no aceptan obispos ni líderes sobre los ancianos, pero al mismo tiempo las iglesias locales admiten la directriz que integran los Sínodos y Presbiterios. 4. En francés se le llama laissez faire, laissez passer, quiere decir «dejen hacer, dejen pasar», se aplica a una completa libertad en la economía, pero también a un tipo de liderazgo y como lo apunta el Rev. Teófilo Aguillón: “este gobierno es de extrema independencia, o sea ningún gobierno.” 5. Una combinación del gobierno congregacional y presbiteriano. Se aprovechan algunos beneficios y características de ambos sistemas.

El Señor Jesucristo no usó ninguno de los anteriores sistemas de gobierno, el inició su ministerio bajo el gobierno teocrático. La democracia es el gobierno del pueblo, y los líderes se eligen por mayoría, pero tiene sus problemas ya que los líderes se pueden anquilosar en los puestos, después, la que sufre es la obra de Dios por un estancamiento o por falta de visión.

La elección de los siervos de Dios es bíblica, pero también lo es la selección, Jesús da ejemplo cabal de ello.

Los propósitos de Jesús al llamar a sus doce discípulos están bien marcados por los dos evangelistas Mateo y Marcos:

1. Para tener comunión. “para que estuviesen con él,” (Mk 3.14) 2. Para tomar responsabilidad. “y para enviarlos a predicar,” (Mk 3:14) 3. Para ejercer autoridad. “y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios”. (Mk 3:15)

Como siempre, Mateo es más conciso y solo alude la delegación de autoridad de Cristo en sus discípulos.

La autoridad delegada es un hilo que corre por toda la Biblia, desde Adán y Eva, pasando por Moisés, Josué, los jueces, los reyes y los profetas. Al llegar Jesucristo, inaugura una nueva forma de hacer el reino de Dios, ya no los llama profetas, sino que, en primera instancia, les caracteriza como discípulos – literalmente aprendices-, después son conocidos como los apóstoles de Cristo.

Para meditar: La forma en que Jesús llama a sus discípulos pone de relieve el fondo de cómo hacemos el ministerio en las iglesias locales. En ocasiones se pretende tener autoridad sin tomar responsabilidad, aún más, sin tener comunión unos con otros. La iglesia no es un ente organizacional mecánico, sino un organismo vivo, si bien debe existir un respeto a las autoridades establecidas, este no se gana bajo la amenaza del despido o la expulsión.

Por eso es importante el liderazgo relacional, el que Jesucristo practicó de manera extraordinaria. Jesús llamó a sus discípulos para que estuvieran con él, para convivir y para aprender juntos.

La elección de los doce discípulos es una muestra del amor de Cristo hacia la humanidad al dejar ejemplo que la obra de Dios se haría en equipo. Aunque el llamado de Jesús a sus discípulos es teocrático, nosotros debemos orar antes de tomar una decisión importante como lo es elegir a nuestros colaboradores. Asimismo, Jesús dejó ejemplo que entre nosotros no debería haber abuso de autoridad, sino que “entre nosotros no sería así”, o sea de una forma jerárquica a ultranza.

En la dinámica de Cristo, la manera de llevar el mensaje sería a través de sus apóstoles -literalmente enviados- al ir ellos, Jesucristo también estaba acercándose a su pueblo “El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió” (Mr 9:41).

Es significativo que el número de los apóstoles fueran doce, lo cual recuerda las doce tribus de Israel y no a otros números que se usaban en los tiempos de Cristo, por ejemplo, los miembros del Sanedrín eran setenta y uno, los miembros del Consejo de Qumrán eran quince o diez y seis miembros adultos, así como el número mínimo para una celebración de una sinagoga era de diez adultos.

Sin duda que este grupo era heterogéneo en estatus y roles que desempeñaban. El rol es el comportamiento que otros esperan de una persona que tiene un estatus determinado. Los roles son aprendidos dentro del proceso de socialización y luego son internalizados por el individuo. Estos roles aprendidos por los discípulos en sus respectivas comunidades y familias dieron las características especiales para llegar a ser los hombres que Dios quiso que fueran.

Cada discípulo traía una experiencia de vida diferente. Desde Pedro, Andrés, Jacobo y Juan que eran pescadores, hasta Mateo el publicano y Simón el cananista. Estos dos últimos con ideales muy diferentes y perspectivas opuestas en la manera de ganarse la vida. Mateo -cobrador de impuestos-, Simón – se cree, miembro de un grupo de resistencia al imperio romano-, a los dos los llamó Cristo, los dos fueron necesarios para la nueva causa, los dos fueron también moldeados bajo el carácter del Señor Jesucristo.