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“pero tú” Está indicando la forma correcta de hacer el ayuno; en otras palabras, tú no vives como los demás, porque las reglas de los hijos del reino son diferentes; hay que cuidarse del orgullo espiritual y recordar que lo que realmente importa es agradar al Padre celestial, por ello la recomendación de mantener una buena presentación física. Era costumbre de los judíos usar sobre su cabeza el aceite de oliva como parte de su aseo personal, de ahí la frase “unge tu cabeza y lava tu rostro,” dando a entender que era necesario ayunar presentándose físicamente como cualquier otro día.
Hay quienes toman de forma literal a Isaías 58:7; es decir, que el ayuno es partir el pan con el hambriento y hacen actos de misericordia como ayuno, e incluso otros “ayunan” renunciando a algo que les gusta como los refrescos, o el perfume y dicen que es para el Señor. Aunque tales renuncias son nobles, no podemos perder de vista la enseñanza bíblica de que el ayuno es la renuncia voluntaria al derecho que tiene toda persona de nutrir su cuerpo y siempre tendrá que ver con la abstención de alimentos.
Otro aspecto que ha causado controversia en cuanto al ayuno, es la abstención de relaciones sexuales en ese tiempo. La Palabra de Dios menciona que cuando alguno se retire a la oración puede negarse uno al otro (abstinencia sexual), pero claramente establece que sea por mutuo consentimiento y luego se junten (1 Co. 7:5), decidir juntos sobre el tema es la premisa y la solución a la confusión y problemas matrimoniales, que la mala interpretación ha ocasionado entre los creyentes.
Los fariseos, en el afán de que otras personas les reconocieran sus actos espirituales cuando estaban en ayuno usaban ciertos maquillajes que obscurecían sus rostros, así como ropa más desgastada, pero no con el propósito de humillarse delante de Dios sino por motivos ególatras. Normalmente ellos tenían la práctica de ayunar lunes y jueves, y siempre provocando ser vistos y reconocidos por su “espiritualidad”.
Jesús también ayunaba, y en Lucas 4 se puede asociar esta práctica con la necesidad de fuerza espiritual para vencer la tentación constante que se presenta en las distintas áreas de la vida cotidiana del ser humano. Pero siempre bajo la premisa de que sea un acto individual y no un espectáculo.
