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Dos ciegos reciben la vista, Mt. 9:27-31

Mateo 9:27-31 “Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! 28 Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor. 29 Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho. 30 Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa. 31 Pero salidos ellos, divulgaron la fama de él por toda aquella tierra”.

Para Meditar

En este caso, ¿Por qué Jesús no se detuvo inmediatamente para atender a estos dos ciegos? Aun y con el reconocimiento mesiánico al declararlo “Hijo de David”, Jesús no se detuvo.


El elemento de la fe, ¿es vinculante para que Dios opere un milagro? La pregunta de Cristo parece que lo confirma: ¿creen que puedo hacer esto?, la respuesta pudiera parecer obvia, pero era necesaria, Sí Señor. Entonces vino la acción sanadora en base a esa confesión, ya no era solo el hijo de David, ahora es el Señor de señores. Asimismo, En todos los milagros hay un proceso, a veces es de tiempo de espera, en otras ocasiones es de circunstancias, puede ser de aparente “apatía” divina, pero la verdad es que Dios conoce de forma absoluta cada vida, y sabe lo que mejor le conviene.

¿Cómo es posible que estos dos ciegos tuvieran más entendimiento que los fariseos y los escribas para reconocer en Jesucristo el pacto davídico? ¿De quién habían escuchado esta interpretación? Mateo no lo menciona, pero es importante aclarar que aun la persona más sencilla puede tener la revelación de Dios para buscarle y clamar por misericordia. Todo ser humano tiene cierta conciencia de Dios mismo, por eso Pablo llegó a decir: “Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio” (Ro. 2: 14-16).

El encargo de Jesús a los nuevos videntes para no publicar este milagro era por cuestiones estratégicas, en el original griego se lee: “Y Jesús les advirtió firmemente…”. Cristo estaba midiendo la reacción de la gente ante el cúmulo de milagros que estaban sucediendo, estaba previendo la posibilidad de que la muchedumbre viniera sobre él para hacerle rey. Años después, los primeros discípulos en el libro de los Hechos declararon: “porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hch. 4:20).

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