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También, “vuestra luz delante de los hombres” describe la verdad depositada en el creyente puesta en práctica. ¿Pues, de qué otra manera podría ser, si no es a través del buen testimonio?. Aquí es donde la fe, la predicación y el discipulado se traducen en hechos.
El apóstol Pablo reflejó integridad de carácter en todo momento, y el sabía que la mirada de muchos discípulos y no creyentes estaban puestas en él. Por tal razón se atrevió a darse como ejemplo a la iglesia de Filipos para que ellos lo imitaran. (Fil 4:9) y también animó a Tito para que fuera modelo de buenas obras, integridad y seriedad (Tito 2:7).
El evangelio de Jesucristo tiene el poder para transformar desde adentro hacia fuera. Juan el Bautista reclamaba frutos de arrepentimiento (Mt 3:8). Sin duda porque el arrepentimiento produce un cambio en la vida práctica de las personas. Santiago nos apura a ser hacedores de la palabra (Js 1:22) y Pablo recomienda a Timoteo que sea ejemplo en conducta (1 Ti 4:12). Nuestro testimonio y carácter está a la vista de los hombres. Tenemos la responsabilidad de alcanzar a las almas perdidas, pero si pensamos que solamente a través de las frases impactantes podemos lograrlo, estaremos fallando. La buena conducta refleja la fe que hemos abrazado. Las personas que la ven, creen en el evangelio porque así pueden ver la luz del Señor y finalmente glorificarán a Cristo por ello.
