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Jesús fue llevado al lugar más alto de Jerusalén, quizás no el más alto de Israel, pero si lo suficiente como para que, al lanzarse y no morir, fuera visto por todos y recibir gran reconocimiento. Flavio Josefo habla que en la parte oriental del templo había un barranco tan alto que quien se acercara a la orilla sentía vértigo, por lo que era imposible saltar y salir con vida sin la ayuda de Dios.
Satanás fundó su argumento en la misma Palabra de Dios “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, Que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra.” (Sal. 91:11-12) Y ciertamente, esa es la promesa de Dios para aquellos que viven bajo la sombra del Omnipotente. Es la promesa de la seguridad y protección que tenemos en Dios.
La Biblia dice verdad en esto, y aunque el diablo lo repita sigue siendo verdad, sin embargo, lo usa fuera de contexto, ya que constituye una desobediencia a la Palabra de Dios. Si Jesús se hubiera lanzado no estaría probando lo correcto de la afirmación del Salmo 91, y Él “no puede ser probado” (Santiago 1:13). La Palabra profética señalaba que el Mesías esperado vendría como un siervo sufriente (Isaías 53) no en los brazos de ángeles.
Por ello la respuesta de Jesús “Escrito está…No tentaréis a Jehová vuestro Dios, como lo tentasteis en Masah “(Deuteronomio 6:16), refiriéndose al reclamo de Israel “… ¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?” (Éxodo 17:7). Cuando evidentemente sí estaba Dios entre ellos. En verdad tenían sed y necesitaban agua y habían visto muchas veces como el Señor les socorría; solo debían pedirlo y Dios lo haría. Pero escogieron murmurar contra Moisés y contra Dios, y dijeron ¿Dónde pues está Dios, no dice que es muy poderoso? Ese es el significado de fondo, esperar que Jesús saltara.
Muchas veces actuamos así, saltamos del pináculo para ver si es cierto que Dios nos sostendrá, actuamos así cuando hacemos cosas y luego pedimos a Dios que bendiga nuestras decisiones, para después buscar explicaciones de por qué las cosas no resultaron como queríamos, y finalmente lamentarnos o renegar de Dios porque no obtuvimos lo que deseamos. Queremos que Dios bendiga nuestros planes y proyectos, pero no queremos tomarlo en cuenta cuando los estamos preparando. Nos olvidamos que “Dios no puede ser tentado” (Santiago 1:13).