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El legalismo añadió carga a los que deseaban sentirse ligeros en su caminar con Cristo. El apóstol Pablo, les pone este condicional... si habéis... allí espera encontrar a los cristianos en plena libertad para vivir y disfrutar su vida en Él. Los colosenses deben recordar que son ahora semejantes a Jesús en su muerte y también en su resurrección, por lo tanto no debían guardar la ley como en el antiguo pacto. O sea, la religión judaica se basaba en comer y beber ciertas clases de alimentos y bebidas y de abstenerse de otras; en la observancia del sábado y cosas por el estilo, que fueron una sombra de la verdadera religión, que ya les había llegado por la comunión con Cristo.
Pablo pasa ahora a resumir estos preceptos, ridiculizándolos en forma punzante, usando un lenguaje sentencioso y proverbial: no manejes, no gustes, no toques. Es como si dijera, no tienen por qué someterse a toda una serie de “no hagas”, como si por medio de acumular suficientes negativos fueran alguna vez a obtener un positivo, o como si se pudiera lograr la victoria sobre el pecado y el camino a la santificación, basando todo en el evitar absoluto.
Todo esto lo hacían humillando su cuerpo, pero cualquier práctica humana en donde no haya intervención divina, jamás apagará los dardos de la carne. Esos deseos sólo se vencen viviendo en el espíritu y con la permanente ayuda del Espíritu Santo. Cuando la persona se somete a seguir reglas en humildad y en duro trato del cuerpo, únicamente fortalece su orgullo religioso, buscando la santidad en méritos totalmente humanos.