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“Y él os dio vida” es la proclamación certera de Pablo en la sección anterior recordándoles de donde han sido rescatados. La cláusula, pero Dios que es rico en misericordia se propone hacer un contraste entre la situación pasada y presente de los creyentes. El perdón inmerecido se disfruta espiritualmente. Pero la redención es una obra divina que el creyente jamás debe olvidar. No se le permite al ser humano ostentar dignidad, todo es por gracia.
Ese gran amor de Dios a favor de los irredentos fue demostrado enviando a su Hijo. No es un sentimiento humano sino una acción de bondad divina a favor de toda la humanidad. Tal acto de afecto es único e insuperable. No tenía el Padre celestial porque ceder lo más valioso que tenía, para rescatar a criaturas corrompidas por el pecado, sin embargo, no lo escatimó (Ro 8:32).
“y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”, la resurrección de Cristo de la tumba es también nuestra resurrección, lo cual significa que nos dio novedad de vida. Todo por la obra de la cruz. En los lugares celestiales, literalmente “en el cielo”, la esfera bajo el dominio completo de Dios, desde donde proceden todas sus bendiciones, las presentes y las eternas.
Sentarse con Cristo es ser copartícipe de las promesas del Padre celestial. Pero, estar sentado con Cristo implica también una participación total de sus padecimientos, así como de sus victorias. Para “sentarse con Él”, es estar dispuesto a sufrir por su causa. Pablo le anticipa a Timoteo que debemos estar en todas las circunstancias, sean positivas o negativas, con Jesús hasta el final (2 Ti 2:11-13).