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La oración del apóstol está dividida en tres peticiones:
La primera de ellas es que el apóstol pide a Dios que les dé conforme a sus riquezas en gloria el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu, dejando para siempre el viejo hombre que una vez estuvo en sus vidas y que reine aquel que fue hecho a la imagen de Cristo. La fortaleza que brinda el Espíritu Santo en la vida del creyente es fundamental.
La segunda petición del apóstol es la de que una vez que los creyentes han sido fortalecidos por el Espíritu Santo, la fe en Cristo sea una realidad en sus corazones, no dando lugar a la mentira y a los deseos de este mundo y cimentados firmemente en la Roca, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura,
Comprendiendo las cuatro dimensiones espirituales, por así decirlo, en donde no escape ninguna pizca del amor de Cristo. Ya que es por la cimentación en su amor que la iglesia podría seguir caminando para gloria del nombre de Cristo.
La tercera petición que el apóstol hace es que al conocer el amor de Cristo en toda su dimensión, automáticamente el creyente sea lleno de toda la plenitud de Dios, habitando constantemente en su presencia.
La oración del apóstol Pablo en los diferentes puntos o áreas antes mencionadas, nos deja en claro que su amor por la iglesia iba más allá de su propio bien, ya que su mayor satisfacción era que el Señor cumpliera su propósito en ellos. Esto es de resaltarse, ya que el sufrimiento que sentía estando encarcelado lo convertía en gozo, al interceder por sus hermanos con tanto amor, pidiendo que el Señor llenara cada aspecto de sus vidas. Esta práctica debiera ser común en maestros y líderes que ministran a algún grupo dentro de la congregación. En los pastores, por seguro es algo habitual.