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Apocalípsis



De muerte a vida, Efesios 2:1-10
2: 8-10 “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9no por obras, para que nadie se gloríe. 10Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.


Esta porción es una de las más claras definiendo los componentes de la salvación.

Nota Doctrinal

el énfasis constante del escritor sobre la condición pasada de los creyentes, y la nueva vida, es para enarbolar la gracia del Señor. Le interesa defender la doctrina de la justificación, por la fe sola. La condición espiritual era humanamente irremediable al estar muertos en pecados, pero la vivificación fue iniciativa del Señor: por gracia sois salvos. El texto sagrado sentencia categóricamente que ningún mérito es suficiente para la salvación porque esto no de vosotros, pues es don de Dios. Nadie debe jactarse por su bendición actual, pues, la salvación es obra de la soberanía de Dios. Nadie debe atreverse a insinuar siquiera que se merece la salvación.


La salvación es producto del favor divino hacia la persona que le ama. Esta acción celestial no deja lugar para la jactancia, la indiferencia o el legalismo. La posición de salvos con derecho a las promesas divinas ha de ser la motivación constante a servirle con un corazón agradecido. Comprender la gracia se convierte en el acceso a las bendiciones celestiales. El redimido no debe ser indiferente a la adoración, la entrega o el servicio; ha de rendirlo todo correspondiendo a la bondad de Dios.

La conciencia del creyente ha de estar vacunada con la gracia. Que a nadie se le ocurra pensar que merece un lugar especial por su servicio y capacidades. Todo es por gracia: la justificación, el llamado, los dones, el liderazgo y ministerios, las bendiciones…

Existe una razón poderosa de la obra redentora de Jesús a favor de los hombres: Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Después que el Señor haya ejecutado su programa escatológico, habrá millares de millares de seres celestiales que serán la evidencia de su gracia a través de los tiempos. Los seres celestiales, tanto ángeles como redimidos glorificados, reconocerán que Su gracia fue infinita. Apocalipsis capítulo 5 muestra una visión de ese gran día, el propósito redentor del Señor tiene alcances eternos. Él no ha improvisado, todo está trazado desde la eternidad. Recordar que desde el capítulo 1 de Efesios se establece esta verdad: los redimidos son “para alabanza de su gloria” (6,12,14).

Nota Doctrinal

el de Tarso, establece también, con remache teológico, que la iglesia o redimidos no son producto de la casualidad; existe un propósito y plan celestial: Porque somos hechura suya, creación en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Las obras no garantizan nuestra salvación, pero son evidencia de una entendida fe. El concepto de la predestinación bíblica saludable corre por las venas de esta epístola. Desde luego que, no a la manera del sistema calvinista que, dicho sea de paso, insulta la naturaleza divina. Cuando el apóstol emplea el verbo “predestinó” sugiere que Dios en su omnisciencia sabía que muchos creerían y en base a ello preparó un plan celestial. El Sabio preparó de antemano obras para que camináramos en ellas.


Indica la expresión anterior que todo: los componentes de la vida espiritual, la salvación, el proyecto escatológico, la derrota definitiva del mal…fue diseñado por Él. Basta recordar que en Génesis se anuncia un plan eterno que tiene su conclusión en el Apocalipsis. Ese plan preparado por el Altísimo no es más que la demostración que tiene el control y cuidado de sus redimidos. Es por ello, que el creyente ya está sentado en los lugares celestiales con Cristo.



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