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El hombre de Tarso menciona ciertas acciones que los hermanos de esta iglesia y de todas, tenían que evitar y que antes practicaban. En esta época la cultura griega era tan fuerte que influenciaba gran parte de las costumbres diarias; como se sabe tenían dioses a los que les rendían culto diariamente. Uno de ellos era Baco, el dios del vino (llamado Dionisio por los romanos), de allí, la costumbre de calificar como fiestas “bacanales”, a aquellas en donde el vino “corre como agua”, originando que se practiquen toda clase de excesos. En la cultura de esos pueblos, cuando se embriagaban y empezaban a balbucear o expresar tonterías, decían que el espíritu de Dionisio los había tomado y estaba dentro de ellos.
¿Por qué Pablo, establece un contraste entre una práctica pagana, deleznable, y la obra maravillosa y deseable del Espíritu Santo?, sencillamente, por sus efectos. Cuando una persona esta embriagada, no es dueña de sí misma. Habla incoherencias que no se entienden, está transformada, aunque sea en forma temporal. En contrate, aunque se oiga mal, pero el Apóstol lo dijo, la persona que está llena del Espíritu Santo, no es dueña de sí misma, está embriagada y no quiere saber de nada más, que hablar con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo” Es decir, siempre.
“Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” No es una actitud que se desarrolle pronto o fácilmente, pero es un sello del cristiano maduro, que ha aprendido a “capear todos los temporales”, como se dice; y que la salud mental se fortalece, al haber salud espiritual. En la primera carta a los Tesalonicenses 5:16-19, Pablo se explaya: “ Estad siempre gozosos, orad sin cesar, dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús, no apaguéis al Espíritu”