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Pablo, en esta Carta, como lo hizo antes el Señor Jesucristo en el relato de Mateo 19:5 ante los fariseos, se remonta al Génesis para darle todo el respaldo al relato de la creación, recordando la alegría que el Padre Celestial experimentó, cuando escuchó a Adán su primera criatura, al contemplar a su bella esposa, declarar: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada” (Génesis 2:23) (Otras versiones cambian “Esto es ahora”, por “Esta es ahora”, para hace más justicia a la mujer).
La pregunta: ¿Por qué el Apóstol da este gran paso, de haber estado disertando sobre el hombre y la mujer, en una relación de matrimonio, para remontarse en el tiempo, hasta la primera pareja, y esperar que sean una sola carne?
La respuesta: Porque estaba hablando de un misterio; “del gran misterio” referente a la especial unión espiritual de Cristo y su iglesia. “Del matrimonio espiritual”, que ocurrió cuando Cristo dejó al Padre para unirse a una esposa, la iglesia. En el matrimonio natural, el esposo y la esposa aportan los elementos que caracterizan a cada sexo, para hacer una pareja completa. Así Cristo, Dios hecho hombre, desposa a la iglesia, para hacerla su cuerpo. Se convierte en su cabeza, así como el esposo es la cabeza de la esposa.
Un día ocurrirá una unión plena, como lo describe Apocalipsis 19:7,8 “ Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparada. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos”