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Introducción: ya en el capítulo 5, el Apóstol Pablo estableció fuertes bases para el correcto trato entre los esposos; ahora aborda una prolongación natural: la forma en que deben tratar los hijos a sus padres, mencionando una muy bendecida promesa y desde luego, cómo los padres deben educar a los hijos. Dedica luego cinco versículos para dar instrucciones muy importantes entre las correctas relaciones obreros-patronales, como se diría hoy. (en ese tiempo amos-siervos)
“Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo”. La RVC, (Reina Valera Contemporánea) lo dice así: “Hijos, obedezcan a sus padres en el nombre del Señor, porque esto es justo”. Cobra una nueva dimensión la cláusula, es una orden. Se les ordena a los hijos obedecer a sus padres, es decir, escucharlos con atención, someterse a ellos con amor y obedecerlos en todo tiempo. Dicha obediencia debe ser muestra no solo del amor que les tienen a los padres, sino también del respeto que se le debe tener al Señor.
La razón por la que se debe obedecer a los padres es porque “esto es justo” y “agrada al Señor”, agrega el Apóstol, al escribir a los Colosenses (Col 3:20).
Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra. Los 10 mandamientos que aparecen en Éxodo 20 y Deuteronomio 5, incluyen el importante quinto mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días (para que tus días se alarguen dice en Ex 20:12) y para que te vaya bien sobre la tierra que Jehová tu Dios te da”.(Dt 5:16)
El Apóstol bien dice: “es el primer mandamiento con promesa”. Honrar significa amar, tener en alta estima o valor, mostrar respeto. Y los hijos honran a sus padres cuando los obedecen. Es interesante recalcar, que la segunda parte de los 10 mandamientos, la que tiene que ver con la relación del individuo con sus semejantes o prójimos, se inicie con esta importante indicación de obediencia y amor hacia los padres.
A lo largo de toda la Biblia notamos que la obediencia a los principios establecidos por Dios trae bendición a quienes los practican. La cultura de nuestros tiempos, es una actualización de lo profetizado a Timoteo (2 Ti 3:1-3) “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de si mismos…blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos… sin afecto natural…crueles, aborrecedores de lo bueno” . Cuántas de estas características detestábles las muestran muchos hijos con sus padres. Demos gracias por el evangelio regenerador que permite disfrutar en la gran mayoría de los hogares cristianos, un ambiente distinto. Y si así no fuera, ¡hay respuesta a la oración de padres piadosos!
“Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.” La versión RVC lo dice así “Ustedes, los padres no exasperen a sus hijos, sino edúquenlos en la disciplina y la instrucción del Señor”
Después de tratar con los hijos, ahora el Apóstol se dirige a los padres, y el consejo que les da aquí, lo repite a los Colosenses diciendo: “Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten.” (Col 3:21). El trato que los padres den a los hijos no debe producir ira en ellos, no deben irritarlos con sus palabras, no deben provocar que se enfurezcan. Más bien, “criadlos en disciplina y amonestación del Señor”. La palabra disciplina del griego παιδεία (paideia) denota la formación dada a un niño, con sus sinónimos: instrucción, disciplina, corrección. Sugiriendo la disciplina cristiana que regula el carácter.1
Entonces la disciplina se relaciona con todas aquellas normas o principios que le dan forma al carácter de una persona. Esto significa que los padres tienen la responsabilidad de educar a sus hijos considerando los principios establecidos en la Palabra del Señor y no como lo hacen muchos padres de la época actual, “Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía...” (Heb 12:10).
Por otro lado, también se aconseja a los padres amonestar a los hijos. La palabra amonestación proviene del griego ́νουθεσία (nouthesia) y es la «instrucción de palabra», tanto si es de aliento como, en caso necesario, de reprensión o reproche.2 Los padres no deben relacionar la amonestación únicamente con el castigo, más bien deben considerar el formar a los hijos por medio de la palabra hablada, por el consejo.
La educación religiosa de la familia vino a ser, como lo sigue siendo, algo sumamente importante dentro del judaísmo. Era una obligación de los judíos enseñar a los hijos los mandamientos de la ley, instruirlos en ella y explicarles su significado. “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.” (Dt 6:6,7). Era una responsabilidad de los abuelos supervisar que sus hijos, cumplieran con todo lo establecido en la Torah, respecto a sus propios hijos. Esta disciplina en los hogares hebreos ha contribuido a la permanencia de ellos en la historia de casi 3500 años.
Los padres deben considerar que es sumamente importante enseñar y explicar a los hijos los principios que Dios ha establecido en su Palabra, pues estos influirán en la formación de su carácter, además de ser la base de la educación en los hogares. Recordar que Biblia es la palabra inspirada por Dios, la base en la que nuestra fe se sostiene, pero además la norma que rige o determina nuestra buena conducta. “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Ti 3:16,17).
¿A quién le estamos dejando la responsabilidad de educar a nuestros hijos? ¿Cómo es la educación que estamos brindando en nuestro hogar? La responsabilidad es únicamente de los padres, son ellos quienes mediante la Palabra de Dios deben disciplinar a sus hijos, pero además amonestarlos, brindándoles un consejo o una palabra de corrección. “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; Mas el que lo ama, desde temprano lo corrige.” (Pr 13:24).
1W. E. Vine. Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo. Editorial Caribe, 1999. G3809.
2Ibid. G3559.