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El autor de la salvación, Heb 2:5-18

2:17,18 “17Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. 18Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”.3


Hebreos, es el único libro del Nuevo Testamento que llama a Jesús, Sumo Sacerdote. En el Antiguo Testamento el Salmo 110:4 también se refiere a Jesús como el sacerdote según la orden de Melquisedec. En los capítulos tres y cuatro se hablará más ampliamente sobre lo referente al sacerdocio.

Sin embargo, cabe resaltar que Jesús como sumo sacerdote fue misericordioso y fiel. Dentro de las funciones del sacerdote estaba la de ofrecer expiación por los pecados cada año, también era el encargado de ungir con aceite a los sacerdotes o gobernantes y estaba a su cargo la supervisión general del santuario, de los sacerdotes que ejercían el servicio, y del tesoro. Era el que debía consultar a Dios por medio del Urim y el Tumim y presidía el Sanedrín cuando en este consejo se debatían cuestiones religiosas.

A lo largo de la historia del pueblo de Israel se encuentran los nombres de sumos sacerdotes que no fueron ni misericordiosos y menos fueron fieles al llamamiento ni a la comisión encomendada. Ejemplos: Elí, quien llamó a Ana ebria en el altar no sabiendo diferenciar entre el dolor y el mosto; Caifás y Anás que estuvieron de acuerdo para que Jesús fuera crucificado.

Jesús ofreció la expiación de pecados una vez y para siempre derramando su sangre en el sacrificio perfecto. Y está a la diestra del padre intercediendo por cada uno de sus hermanos, además de socorrer a todo creyente que es tentado. El pecado interrumpe la relación con Dios; la expiación retira el pecado y restaura la relación.

Cuando los creyentes son tentados a ser infieles a Dios y a ceder al pecado, deben orar a Cristo, quien triunfó sobre la tentación, y ahora, en calidad de sumo sacerdote, promete la fuerza y la gracia para resistir al pecado. La responsabilidad de los creyentes es acercarse a Él en el momento de la prueba, la responsabilidad de Dios es ayudar en la hora de la necesidad.

3.(1998). (He 2.1–18). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.

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