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Vivid como siervos de Dios 2 P 11-25

2:21-25 “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; 22el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; 23quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; 24quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. 25Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.


La paciencia mientras se sufre un castigo merecido no es una virtud, desde luego. Aquí se presume que no había faltas en el comportamiento de los siervos, pero con todo, el cristiano estaba llamado a aceptar el tratamiento rudo de un amo injusto. Esto le hace ganar la alabanza de Dios. El perseverar en hacer el bien, y el ser pacientes bajo el sufrimiento, pueden ser considerados como parte del llamado del cristiano, así como fue una parte de los sufrimientos de Cristo (cf. Fil 3:10). Pedro resalta vívidamente en este pasaje el inspirador ejemplo dejado por Jesús. Recuerda cómo Él se comportó durante sus sufrimientos en la cruz quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente, luego recuerda al mundo entero los beneficios que gozamos como resultado de ese sufrimiento: llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.

Para Meditar

Con mucha frecuencia los cristianos citamos el pasaje de Isaías 53: 5 “Mas el herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por su llaga fuimos nosotros curados” comentando todos que el profeta 600 años antes estaba mirando, por inspiración del Espíritu Santo, hacia el futuro, hacia los momentos en la cruz, el momento cuando Cristo pagaría el precio por nuestros pecados. Aquí ahora, el apóstol Pedro, testigo casi presencial del sacrificio, pues estaba cerca, y luego teniendo el privilegio de escuchar el relato de todos los que estuvieron presentes, especialmente del teólogo Juan, escribir victorioso en su Carta universal: por cuya herida fuisteis sanados.

A esto añade Pedro todavía una frase, en la que parece sentirse con más fuerza la autoridad del Apóstol, quien era ya un anciano (1 P 5:1), dirigiéndose a unas ovejas descarriadas, hombres y mujeres que anteriormente habían vivido sin verdadera disciplina del alma, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas. .

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