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“Humillaos”, en el original griego, se refiere a una acción que se realiza en algún momento, pero que tiene implicaciones sin precisar tiempo y que siempre se hace voluntariamente. Aquí amorosamente se recalca: bajo la poderosa mano de Dios. Y que tiene un premio seguro: para que Él os exalte cuando fuere tiempo.
Lo anterior tiene mucha concordancia con lo que menciona el rey David en el Salmo 51:17: “Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”. El Señor no desprecia a ninguna persona que se acerque a Él, totalmente humillado. El apóstol Pedro lo aprendió en carne propia.
El humanismo centra su importancia en el hombre, esta corriente ha permeado en muchas congregaciones y eso los ha llevado a una teología distorsionada. Permanecer humillados ante el Señor debe convertirse en un estilo de vida del cristiano.