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El apóstol Pedro en el contexto del pasaje resalta la difícil experiencia de nuestro Señor Jesucristo cuando vino a cumplir con la obra redentora para la humanidad, la cual nos permitió alcanzar la adopción como hijos de Dios, en aquel momento en que le aceptamos. Sin duda alguna, “Cristo ha padecido por nosotros en la carne” el castigo que merecíamos por nuestros pecados, lo hizo por amor a nosotros y por obediencia al Padre. El murió para destruir el pecado y fue sometido a los peores sufrimientos dejando a un lado su voluntad para sujetarse a la voluntad de Dios, sin importar el costo de ella. Por ello, el apóstol Pedro exhorta a los cristianos verdaderos a vencer todas aquellas tentaciones que corrompen la santidad que agrada al Señor.
Nos dice “armaos del mismo pensamiento”, es decir, la conversión verdadera hace un cambio maravilloso en la vida del creyente, que ahora se manifiesta en su mente, sus emociones y su conducta para exaltar el nombre de Cristo ante todos los que le rodean. Por otro lado, el pecado pierde fuerza en nosotros cuando nos concentramos en hacer la voluntad del Padre y valorar el sacrificio perfecto de Cristo, ya que ahora vivimos para Él y esperamos en Él. Asimismo el apóstol Pedro enseña “pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios”. De esta manera como discípulos de Cristo debemos estar atentos y dispuestos en hacer la voluntad de Dios y a sufrir si es necesario, para que en todo sea glorificado Cristo Jesús. La madurez y carácter se presentan cuando viene la prueba o la lucha, así como las tentaciones y la inmundicia que quieren atacar al cristiano.
El comentario bíblico la Biblia Comentada Texto de la Nácar-Colunga cita lo siguiente: Si los sufrimientos de Cristo fueron benéficos, también los nuestros lo pueden ser, a condición de que nosotros los soportemos con el mismo espíritu que lo hizo Cristo. Por eso, del mismo modo que Cristo, sufriendo en la carne, rompió las relaciones con el pecado para vivir según la voluntad divina, de igual modo los cristianos han de romper todo ligamen con los vicios de los paganos. El sufrimiento tiene la propiedad de hacer mejores a los que sufren. El cristiano renovado por el bautismo ha muerto con Cristo al pecado. Posee, en consecuencia, una gracia que puede dominar eficazmente las tendencias pecaminosas, viviendo de este modo no en codicias humanas, sino según la voluntad de Dios.1
“quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios”. Leer los siguientes pasajes paralelos, que respaldan esta gran verdad que llena de confianza al corazón redimido: Hch 7:55; Ro 8:34; Ef 1:20,21; Fil 2:9-11; Col 3:1; He 1:3-9; 6:20; 8:1; 12:2; 1 P 3:22
1 Salamanca, P. d. (1975). Biblia Comentada Texto de la Nácar-Colunga. Madrid, España: Biblioteca de Autores Cristianos.