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Dentro de la iglesia se pueden encontrar dos clases de personas:
• Los que no enseñan doctrina, ni predican y tienen un comportamiento anticristiano (1Cor 5:1; Tito 2:1-5), con su conducta traen un mal testimonio al evangelio. “Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra” (Tito 1:16)
• Los que comparten enseñanzas erróneas, divulgando cosas que ni saben, para que se les llame maestros o predicadores. (2Cor 11:13-15).
Pablo había advertido muchas veces a los creyentes sobre los “lobos rapaces” que se levantarían “de vosotros mismos” hablando “cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hch 20:29-30; 1Ti 1:3-4).
Pablo no se refiere a judíos, o gentiles no convertidos, sino aquellos que se habían iniciado en la gracia de Dios, pero hubo algo que los desvió y perdieron su enfoque en Cristo. (Gá 3:3-4; 1Ti 6:20-21; 1Ti 4:1-2; 2Ti 4:3-4).
A esos, que un día se iniciaron “en la senda antigua” y probaron de la gracia de Dios, ahora Pablo, llorando, los ve como enemigos de la cruz.