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Pablo advierte a los hermanos en Corinto a “huir de la idolatría” evitando así las fiestas en los templos paganos. Además, les dice: “como a sensatos os hablo”. Aunque en 4:10 el apóstol aplica la misma palabra griega para “sensatos” en forma sarcástica, aquí (v 15) apela a su sentido común para que acepten la validez de su consejo.
Para muchos creyentes corintios, la idolatría era una tentación poderosa y constante. La habían practicado abiertamente en su vida pasada, y no podían escapar fácilmente de su influencia, pues era la religión dominante. En Corinto existían muchos templos paganos; los gremios tenían sus deidades particulares y los agremiados tenían la obligación de participar en su adoración; luego estaban los compromisos familiares, y los compromisos sociales. Sin embargo, Pablo les dice que deben “huir de la idolatría”.
Al participar de la “copa de bendición” y “del pan que partimos” somos parte del cuerpo y la sangre de Cristo, teniendo así comunión con el Señor y con nuestros hermanos en la fe, pues somos un “solo cuerpo”. Sucede lo mismo cuando se asiste a una fiesta idolátrica, hasta donde es posible se participa con el ídolo a quien se le da el sacrificio y con todos los que están presentes en la celebridad.
¿Qué digo, pues? es una frase judía que significa: “En conclusión”. Y esta es la conclusión del apóstol sobre este asunto:
Parafraseando se puede decir: Aunque un ídolo no es nada ni tiene poder ni influencia y las cosas ofrecidas a los ídolos no son por ello peores, sin embargo, como todo lo sacrificado a los ídolos lo son a los demonios y no a Dios, aquellas personas que participan de estas tienen comunión con los demonios. Por lo tanto, los que profesan el cristianismo no pueden tener comunión a la vez con Cristo y con el diablo. Esto constituye una ofensa grave contra el Dios Verdadero. Jesús lo dijo, “no se puede servir a dos señores”.
¿Provocaremos a celos al Señor? Toda idolatría es presentada como una especie de adulterio espiritual. Es entregar a Satanás el corazón que debiera ser dedicado al Señor Dios, quien tendría celos a causa de la infidelidad de quienes estaban comprometidos a entregarle sus corazones.
El apóstol hace una pregunta cuya respuesta es un NO rotundo: ¿somos más fuertes que Él? Él ha amenazado con castigar a tales transgresores e infaliblemente lo hará, ¿podremos resistir su Omnipotencia? Claro que ¡NO! Por eso debemos cuidar lo que hacemos.
Un creyente con cierta madurez desarrolla un discernimiento que le guía correctamente en situaciones cuestionables. El problema se presenta cuando -debido a la naturaleza humana aún influenciada por el pecado- al mismo tiempo entran en operación mecanismos psicológicos como la racionalización y la negación, muchas veces de los creyentes educados que conviven con compañeros del mismo nivel. Fortalecido por la gracia de Dios, el creyente debe evitar participar de actividades abiertamente pecaminosas, que le identifiquen con quienes profesan conscientemente los antivalores de un sistema en rebelión contra Dios.