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Continua Pablo su defensa y este es un punto clave: “los que trabajan en las cosas sagradas comen del templo y que los que sirven al altar del altar participan”. En el Antiguo Testamento quedó instituido que los sacerdotes y levitas no tendrían herencia como las demás tribus, porque ellos tenían la mejor porción en Dios y que cada tribu tenía la responsabilidad de sustentarlos.
Los sacerdotes que oficiaban en el templo de Jerusalén se quedaban con todas las pieles de los animales, las cuales ellos podían negociar. De la ofrenda por el pecado y de la de transgresión, solo se quemaba la grosura del animal y toda la carne quedaba para los sacerdotes. De la ofrenda de paz se quemaban en el altar, la grosura y las entrañas, los sacerdotes recibían el pecho y el hombro derecho y lo demás se le devolvía al que lo ofrendaba.
En la ofrenda de comida que consistía en harina, vino y aceite, solo se ofrecía una parte simbólica en el altar y la otra parte era para los sacerdotes. Además recibían las primicias del trigo, la cebada, las uvas, las granadas, los higos, las aceitunas y la miel. Los levitas recibían el diezmo de los cultivos y el diezmo de ese diezmo era para los sacerdotes.
Pablo concluye su argumento con una frase de Jesús: “el obrero es digno de su salario” (ver el comentario a Lucas 10:7-9). Se desconoce si en Corinto sabían acerca de este proverbio que dijo Jesús, cuando envío a los setenta para ir en parejas de ciudad en ciudad, anunciando las nuevas de salvación. Pero para Pablo esas palabras de Jesús pueden describirse como una orden que sirvió para escribir una conclusión convincente de sus argumentos.
En una de las primeras cartas que Pablo escribió manifestó su intención de no depender de los creyentes que iban surgiendo (2 Ts 3:6-9), así tampoco contraía compromisos de decirles palabras halagadoras para que lo sostuvieran (1 Ts 2:4-6). Es muy posible que esa actitud cambió, cuando las iglesias crecieron y pudieron bendecirlo aún a distancia.
El pasaje de Corintios deja claro que los siervos de Dios merecen el sustento material; la razón de que Pablo renunciara a su derecho en ciertos tiempos, no significa que no fuera beneficiario de ello. Él no haría algo que desacreditara el evangelio o que impidiera su propagación a través de otros siervos.