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En un momento muy conmovedor Pablo de Tarso abre su corazón para mostrar lo que es ser un verdadero apóstol. El versículo inicia con “según pienso” en otra sutil ironía, como si dijera “no soy tan sabio como ustedes, pero creo que…” lo que intenta aclarar a los exaltados corintios es que un verdadero servidor de Dios es “exhibido” es decir, es el objeto visible de la burlas, chismes, calumnias e incomprensión de propios y extraños.
Además pueden ser los postreros en todo, es decir, los que se toman en cuenta de último para las recompensas, y como gente que camina atada de las manos rumbo al paredón para ser fusilados o ahorcados por la fe. Y recordando al circo romano con su horrendo espectáculo de fieras y gladiadores, en sentido espiritual, los apóstoles son esos gladiadores que tienen los minutos contados, y no solo ante el coliseo de Roma sino ante el coliseo del mundo entero, que les aborrece.
Lo de “ángeles” aquí se refiere a los espirituales seres de la corte celestial, quien al ministrar día a día a la humanidad y a la iglesia, pueden ver cómo los servidores de Dios son puestos como objeto de burla y odio, un espectáculo muy diferente al que pensaban los corintios.