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Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría.
El apóstol Pablo indica la manera en la que llegó a la iglesia de Corinto, por el año 50 d. C. La ternura de la expresión es muy importante, les dice “hermanos” pues eran ovejitas de su ministerio, fruto de la evangelización y la obra misionera.
La palabra “testimonio” es muy interesante, en griego es “martyrion” y algunas versiones traducen “misterio” (gr. mysterion) ya que las palabras se parecen mucho, especialmente en el griego, y existen ciertas dudas si en realidad debe ser una palabra o la otra; pero la mayoría de las versiones prefieren “testimonio” por apegarse más al contexto. Pablo en un acto de manifiesta humildad indica que su llegada no fue con la diatriba y actitud pretenciosa de un filósofo griego, quien habría empezado primero por buscar un alojamiento de acuerdo a su dignidad, luego un lugar para enseñar y después seleccionar a su audiencia, para deslumbrarles con un cúmulo de conocimientos “sofistas” que a raudales saldrían de su intelecto.
Pablo, quien poseía notables credenciales académicas, probadas en el Areópago de Atenas donde incluso citó a Epiménides y Arato (Hch 17:28), escritores griegos muy conocidos. Pero, nótese que al llegar a Corinto no utilizó la misma estrategia que con el discurso “Al Dios no conocido” (Hch 17:16-34) llegando como filósofo; sino con humildad de pastor, llamándoles “hermanos”.
Muy probablemente la gente que en esos tiempos asistía a la iglesia de Corinto querían escuchar el estilo helenístico de conferencia, pero el apóstol, sometido al Espíritu Santo, les anunciaría el testimonio del Señor, no su propio testimonio.
“me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado”.
El apóstol muestra claramente que “se propuso”, es decir, con una actitud diferente a la que esperaban los corintios, no utilizando las herramientas cultas de los griegos, sino a la manera más pura del evangelio, mostrando a un Cristo crucificado, algo que totalmente rechazaban los griegos tachando esta enseñanza de locura (1 Cor. 1:23) es decir un pensamiento ridículo.
No siempre los predicadores se atreven a ir en contra de lo que se enseña popularmente, de hecho, parece ser siempre al revés, enseñan lo que la gente quiere oír. Este apóstol enseñaba la sana doctrina a pesar de que estaba seguro que muchos de sus oyentes se fueran de la iglesia por decepcionarse de esta fe. El valor y la humildad del apóstol se manifiestan en esta carta muy profundamente.
“Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder”,
Pablo afirma que su ida fue muy diferente a lo que pudiera haber aparentado al principio; quizá porque el aparentar ser duro o porque los chismes lo hacían verse odioso. Por ello en la segunda carta menciona una crítica maliciosa en su contra, porque decían que en escritos y cartas se le podía notar como un hombre duro, pero en persona tenía una “presencia corporal débil”. Es así que el versículo tres se ve saturado con una tríada de flaqueza, usando tres vocablos para describir su estancia con los corintios: “debilidad, mucho temor y temblor”.
Pablo usa para “temblor” la palabra griega “trómoo” la misma que en Fil. 2:12 donde nos indica él mismo que así debemos cuidar nuestra salvación.
De nuevo el apóstol indica que no usó de la humana sabiduría (sofía), enfatizando bien el vocablo “sofía” tan amado por los griegos. La yuxtaposición es bella, no fue con intelecto de un sofista sino simplemente como un vaso lleno del Espíritu y de poder. Pablo usa la palabra “demostración” del griego “apodexeis” por única vez en sus escritos y en toda la Biblia. El vocablo indica que “demostración” no es otra cosa que la acción de poner una prueba fehaciente ante los ojos de los testigos. Esta “demostración” se da en dos sentidos: en el Espíritu Santo y en poder. En cuanto a la demostración del Espíritu Santo seguramente se refería a los dones carismáticos que se podían ver manifestado en su ministración, y en cuanto a “poder” en la manera tan gloriosa que el ministerio de Pablo era respaldado por milagros y manifestaciones exclusivas del cielo.
“para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios”.
No le interesó, o al menos eso parece decir, que la ministración entre los hermanos gentiles fuera de modo griego, o con sistematización escolar, o con diálogos profundos, no, lo que pretende el apóstol es yuxtaponer aquello con lo que es la iglesia, la cual crece y se impacta con poder; el cual, no puede ser llevado a los areópagos o colegios para ser puesta en polémica o refutada con la mencionada “sofía”. El poder de Dios debe ser el sello de la ministración, que va más allá de una elocuente plática.
Así hoy, se parece menospreciar las manifestaciones de poder, quizá por el abuso de algunos, y privilegiar la elocuencia del orador. En este caso, el apóstol manifiesta que su presencia y manera de proceder en la ministración quizá les pudo parecer típica de “bárbaros”, a los griegos; pero a los que recibieron bendición les fue algo totalmente irrefutable, pues venía con poder del cielo, y eso hacía crecer muchísimo a la iglesia.