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Como un buen pastor, Pablo sabía que era necesario estar en Corinto con sus amados hermanos, un tiempo considerable, para poderlos discipular y aclarar el por qué de la Santa Cena, la vestimenta de los creyentes, la alimentación ofrecida a los ídolos, las ofrendas, y variados detalles sobre la liturgia. Así que considera prudente avisar en esta misiva de su visita y la de Timoteo. El apóstol era cuidadoso con el dinero, pero también con el tiempo, por lo que hacía sus planes para evangelizar a más personas en el menor tiempo, tomando en cuenta la temporada de tormentas en la que era dificil viajar en barco, y la temporada fría en la que era peligroso el camino. Así que, era mejor estar dedicado a la enseñanza y doctrina con los hermanos en la fe.
Para esta época Pablo consideraba que el evangelio en la región de Asia y Grecia ya se había consolidado, así que su intención era regresar a Jerusalén a dejar las ofrendas que enviaban las iglesias de los gentiles. Luego iniciar un nuevo viaje hacia Roma y España en busca de nuevos campos misioneros.
Esto nos hace pensar que el Apóstol no se estaba moviendo por intuición y que no tenía un plan trazado, más bién nos hace creer que él estaba confiando en seguir las instrucciones divinas, segun el Espíritu le indicara que hacer, como se relata el cap. 16:6-7 del libro de los Hechos. Movernos en nuestros propios planes no es tan efectivo como dejarnos conducir por El Espíritu Santo.