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En otra vibrante tríada de ironías esta vez con yuxtaposiciones (serían en realidad seis ironías) Pablo cierra su alocución de manera brillante, al mejor estilo de un orador griego. Tres ironías con comparación, algo loable para cualquiera que tomara la palabra:
1. Nosotros somos insensatos: vosotros prudentes.
2. Nosotros débiles: vosotros fuertes.
3. Vosotros honorables: nosotros despreciados.
La tercera ironía es más brillante, pues el oyente espera escuchar por tercera vez el “nosotros” pero el apóstol cambia a propósito la expresión y se escucha “vosotros”.
Pablo con años y años de estudio y de servicio, se señala a sí mismo como un insensato por enseñar lo que enseña; en cambio, señala irónicamente, los divididos corintios son muy prudentes al insultarse unos a otros. Y al hacer proselitismo y menoscabar a sus contrarios tomando la santa cena unos por un lado y los demás por otro, eran muy sabios.
Esto, seguramente, hizo reflexionar a los creyentes que era algo vergonzosa, en realidad insensata, la postura carnal que tomaban.
Pablo “era” débil al no defender a su facción, y los divididos al parapetarse en su orgullo eran fuertes; algo que en realidad terminaba por debilitar a la iglesia, pues era una división interna.
“Ustedes tienen honor, en cambio nosotros somos de poco valor”, cuando los que habían recibido la Palabra por boca del apóstol, fueron ellos. Seguramente a estas alturas más de un creyente, escuchando la lectura de la carta escondía su rostro de vergüenza.
Servir al Señor no es buscar prestigio personal, ni fama. Ser ricos económicamente no hace a alguien de mayor valor en el Reino que alguien que sea pobre. Algunos feligreses dicen “quiero servir a Dios, quiero predicar” cuando lo que realmente quieren decir con “servir”, es ser admirados; pues pueden predicar en el autobús, en la calle, en los hospitales y en las plazas, pero muchos confunden el aspecto carnal de ser famosos con “servir a Dios”. Los corintios dejaron una enseñanza para todos los tiempos: que quien traiga un mensaje en lenguas, o interprete mensajes; debe ser humilde, pues esto procede de Dios. De otra forma puede caer en una actitud carnal, sintiéndose aún más importante y de más valor que el pastor.