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Apacentad la grey de Dios, 1 P 5:1-11

5:4 “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria”.


Uno de los más hermosos textos que se citan cuando se estimula a los pastores. El apóstol Pedro, nunca olvidó el encargo que el mismo Señor Jesús le hiciera. Había negado al Maestro, pero el Maestro lo había restituido al lugar de honor que le tenía deparado. El evangelio de Juan capítulo 21:15-19 registra el ejemplar momento cuando Jesús le pide a Pedro el pescador, que sea un pastor: —Apacienta mis corderos”, —“Pastorea mis ovejas”, —“Apacienta mis ovejas”. Algo incomparable para cualquier ser humano. Incontables artículos se han escrito analizando los términos griegos para entender las particularidades de cada encargo.

Pastorear había sido la encomienda, el más grande privilegio que pudo haber recibido. Ahora en el ocaso de su vida, encomienda lo mismo a la siguiente generación.

Ratifica la importancia de esperar permanetemente que aparezca el Príncipe de los pastores. Una doble encomienda: apacentar las ovejas y esperar “la parousía del Señor”, es decir la venida del Señor Jesucristo, para recompensar con la corona incorruptible de gloria”. En el NT se habla de cinco coronas:

• La corona incorruptible,
• la de regocijo,
• la de justicia,
• la de la vida
• y desde luego la que Pedro menciona: “La corona incorruptible de gloria”.

La palabra gloria, se refiere a la propia naturaleza de Dios, rodeado de gran esplendor y brillo. Esteban cuando fue lapidado hasta la muerte, “lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba la diestra de Dios” (Hch 7:55). Esa es la corona para los pastores: ver la gloria de Dios.

Nota Doctrinal

En las Asambleas de Dios creemos en la segunda venida de Cristo, no ponemos en tela de juicio su inminente retorno, y además creemos que recibiremos una corona incorruptible de gloria. El retorno del Señor Jesús implica un gozo inefable, cuanto más, si está acompañado de un galardón inmerecido para todos los ministros. El apóstol está indicando que aquellos que comparten los sufrimientos de Cristo, en algún momento también serán participes de su gloria. Pero todos tenían un deber que cumplir y eso era el cuidar del rebaño. (Ver Constitución de Las Asambleas de Dios Cap. XIII)

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