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Agrega el apóstol Pedro una cuarta característica, sobre los falsos maestros que viven una vida pecaminosa: “Tienen los ojos llenos de adulterio”. Algo que usual en los impíos. Cuando se pierde el control moral, toda mujer que se observa, es objeto de codicia, Jesús llamó a estos individuos adúlteros (Mt 5:28). El apóstol Juan, en su primera Carta usa una expresión semejante a la de Pedro: “los deseos de los ojos”, agregándole “los deseos de la carne y la vanagloria de la vida”, como ofertas del mundo (1 Jn 2: 16).
Estos individuos con ese tipo de codicia tienen un título: “hijos de maldición”, “la cual es una expresión de origen hebreo que alude a la maldición del pecado, por su papel dominante en la vida de ciertos individuos, lo cual implicaba que estaban condenados al infierno por su maldad licenciosa. (Cp Gá 3:10-13: Ef 2:1-3; 1 P 1:14)” Biblia MacArthur Pg.1811.
Cuando Jesús mencionó que el hombre con tan solo mirar a una mujer para codiciarla, ya pecó con ella, es porque por los ojos entra el deseo, como sucedió en el Jardín del Edén; Eva vio, codició, tomó y compartió (Gn 3:6), es lo mismo que sucede con el pecado, cuando hay una falsa enseñanza, es tan atractiva que cautiva los ojos y no se sacia de ver. El corazón también es engañoso y sólo Dios puede escudriñarlo; por eso Jeremías habla de que es perverso y que es probado, para darle a cada hombre lo que se merece (Jer 17:9-10).