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Uno de los grandes textos proféticos, confirmando la venida de Cristo y su paciencia con los pecadores.
El apóstol Pedro menciona que “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza”, para aclarar el panorama profético que causaba incertidumbre y cierto escepticismo entre los creyentes, ya que la tardanza de la venida del Señor podría provocar alguna reacción humana llevando a abandonar la fe en Cristo. Por ello, el Apóstol manifiesta uno de los atributos de Dios como lo es la misericordia, conteniendo su justa ira y retardando el día del juicio, “no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”. De esta manera, Jesucristo está esperando a que más pecadores se arrepientan y se vuelvan a Él. Por lo tanto, no debemos sentarnos a esperar solamente el regreso de nuestro Salvador, sino vivir con la consigna de que el tiempo es corto y tenemos la tarea de predicar el evangelio a todos y por todos los medios para hacer más discípulos del Señor.
El arrepentimiento se da cuando la persona, por obra del Espíritu Santo reconoce que es pecador y que necesita el perdón por parte del Señor. Todo esto se consigue cuando el arrepentido cree que, para ir al único Dios verdadero, es a través de su Hijo Jesucristo, quien categóricamente lo expresó ante sus discípulos, la noche antes de su crucifixión: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Y como Pablo lo expuso: “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”. (Ro 10:9,10)