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Santiago enfatiza que Dios no tiene un papel dentro de la tentación. La impecabilidad de Dios es afirmada en este versículo: Dios no incita a nadie a pecar. Es común en el ser humano echar la culpa de sus acciones a otras personas (Gn 3:12,13) y hasta a veces culpar a Dios. Santiago exhorta al creyente a reconocer de donde procede el pecado: “de su propia concupiscencia” (Deseo carnal incontrolable). El pecado no tendría poder en el hombre si no existiera dentro del mismo hombre (Ro 7:17). El hombre no se hace pecador, sino que nace siendo participe del pecado (Sal 51:5). Existen dos expresiones “cada cual” (griego: hékastos) y “es tentado” (griego: peirázetai) que indican una situación continua en la vida del ser humano. Esta expresión presenta la idea de la tentación atacando de manera constante. Nótese que aparecen los verbos “atraído” y “seducido” los cuales son una gráfica descripción del proceso de tentación.
Las pruebas son necesarias para continuar en un nivel superior. Ningún padre de familia impide que sus hijos presenten sus exámenes escolares con el pretexto de que “se estresarán” o de “no querer que sufran”. Los envía a las pruebas, esperando que aprueben, porque es necesario para seguir avanzando en la vida. Dios es un Padre y siente lo mismo, está feliz porque sabe que, venciendo la prueba, seguirá adelante dando fruto para el Reino.