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Santiago pareciera recordar el mandato de Jesús en el Sermón del Monte (Mt 7:1,2) que se aplicaba a este grupo de hermanos, quienes presentaban un cuadro infeccioso y crónico de murmuraciones, críticas y discordias, usando el instrumento que, es difícil de controlar y que bien describió en el Cap. 3, versículos 1-12: “pero ningún hombre pude domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de un veneno mortal”.
“El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley”. De esta manera desprestigia lo establecido por Dios, y lo que fue puesto por Él. La actitud de ellos debiera ser de fidelidad y respeto al Señor y no juzgadores, como bien lo expresa Santiago “pero si tu juzgas la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez”. La persona que calumnia se hace superior a la ley, porque se pone por encima de Dios, ya que la ley dice: “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv 19:18 y Stg 2:8)
“Uno solo es el dador de la ley”. Dios, quien dio la ley (Is 33:22) Él es el único que tiene la autoridad para salvar de su castigo a quienes se arrepienten, y destruir a los que rehúsan arrepentirse. (que puede salvar y perder)
“pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?”, juzgar a los hermanos, hablar en contra de los hermanos, es desdeñar la ley del amor, que el libro de Levítico (19:18) estableció: “amarás a tu prójimo como a ti mismo” y que maravillosamente el Señor Jesucristo, lo unió a Deuteronomio 6:5 : “Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”, para declararlos como los 2 más grandes mandamientos (Mateo 22:36-40), de quien dependía toda la ley y los profetas.