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Rahab alcanza la benevolencia por las decisiones que valientemente tomó. Debe recordarse que era una mujer extranjera, una mujer prostituta, —la Biblia no lo esconde— idólatra, como todos los de Jericó. Pero aun con todos estos puntos en contra, fue capaz de percibir la realidad del poder divino que acompañaba a la nación judía. Negoció por su vida y la de los suyos obteniendo el beneficio de saltar a la historia como una de las matriarcas famosas. Siendo ella la esposa de Salmón, (Lc 3:32) madre de Booz (Jos. 2:1-21; 6:25; He. 11:31) y ascendiente del rey David (Rut 4:22).
Uniendo las obras con la fe, en la inspiradora lista del capítulo 11 de Hebreos, se resalta: “Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz” (Heb 11:32)
Fe+obras=un binomio perfecto.