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Hacedores de la palabra, Stg 1:19-27

2:8-10 “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley.”


“Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura…” esta expresión parece direccionada a un grupo de personas que mantienen una apariencia piadosa dentro de la iglesia. “…Amarás a tu prójimo como a ti mismo” esta referencia proviene de una cita textual de Levítico 19:18. En su tiempo, el Señor Jesús la unió a lo declarado en Deuteronomio 6:5, como el primer mandamiento, que todo mundo conocía y citaba diariamente: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”. Sin embargo, la cita de Levítico 19:18 los fariseos y demás no la mencionaban y mucho menos la colocaban en el mismo nivel. Jesús tuvo que decirle al escriba en Marcos 12:31: “el segundo mandamiento es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos”.

Juan, en su evangelio, cita lo dicho por Jesús en la última cena: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (aún los discípulos tenían que compenetrarse bien del segundo mandamiento). Luego, el Apóstol en su segunda carta universal, insiste: “Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros” (2 Juan 5).

El apóstol Pedro lo ratifica en 1 P. 1:22, al igual que Santiago ahora, en este segundo capítulo de su Carta.

“…pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores” la interpretación rabínica que brinda Santiago es una paráfrasis de la torá mosaica: "No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo" (Lv 19:15; Dt 1:17) “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley.”

Pablo mismo ya había comprobado esto, como un estricto fariseo; por lo que en Gálatas 3:10,11 escribió tajante: “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá” . Todo el capítulo 3 de la Epístola a los Gálatas, Pablo lo utilizó para esclarecer este controversial asunto.

Nota importante: Los judíos ortodoxos se han esforzado a través de los siglos por cumplir con la Ley, nunca pudieron. (los judíos occidentalizados, ni siquiera lo intentan) Luego surgieron los judíos ultraortodoxos, pensando en ser los correctos y estrictos observadores de la Ley. En su afán, han llegado al extremo de no reconocer la existencia del Estado de Israel, observando viejas interpretaciones de algunos rabinos que esto no debe ocurrir, hasta que sea el Mesías mismo quien lo haga.

Los estimados hermanos de la Iglesia Adventista se esfuerzan hoy en día en guardar estrictamente el sábado, sin guardar por seguro otras de las ordenanzas del A.T.; así ocurre con los llamados “creyentes mesiánicos”, que se han apartado del grueso de la cristiandad, practicando ciertas ceremonias el viernes por la noche y guardando a su manera el sábado. A todos ellos el Apóstol Pablo les dijo ya, hace dos mil años,: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición…”

1Francisco Lacueva, La Iglesia, cuerpo de Cristo (Curso de Formación Teológica Evangélica, Tomo 6) Para más información consultar la tercera parte “la membrecía”.



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