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En estos versículos, Santiago establece un contraste entre la religión vana y la verdadera. En la primera, la persona cumple con todas las normas externas de ser piadosa y devota, pero no tiene control sobre su lengua. Por esta falta de disciplina de sí mismo, engaña su corazón, está en error. La verdadera religión, además de dominar la lengua, se caracteriza por dos aspectos: 1) ayudar a los necesitados y 2) mantener una vida pura. Santiago recuerda las enseñanzas de Jesucristo con respecto de ayudar a individuos necesitados. La parábola del buen samaritano es un ejemplo de ello (Lc 10: 25-37). Los grupos que más ayuda requerían en el tiempo del apóstol eran “los huérfanos y las viudas”. La palabra “visitar” implicaba en el contexto de la época: vigilar, cuidar y ejercer cierta tutela. No solo era el “visitar” como lo entendemos, sino requería hacerse cargo de las carencias de padres y mujeres solas. Podemos llamar a estas acciones “la justicia social envuelta en fe”.