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“También los demonios creen, y tiemblan”. Santiago presenta aquí un raro argumento tratando de reforzar su línea. La biblia de estudio MacArthur, Pg. 1783, hace una interesante aportación explicando este texto así: “Por lo general, los demonios son ortodoxos en su doctrina (cp. Mt 8:29; Mr 5:7; Lc 4:41; Hch 19:15). No obstante, la ortodoxia doctrinal en sí misma no es prueba de que se tiene fe salvadora. Ellos conocen la verdad acerca de Dios, Cristo y el Espíritu, pero aborrecen tanto la verdad como a su Autor”
Es necesario que el creyente comience a manifestar el cambio que Jesús esperaba de cada seguidor en la multitud. Tristemente se da una ambivalencia en la vida de los cristianos. Carente de toda buena voluntad desde Adán, el ser humano tiende a ser visceral.
Nota importante en relación a los versículos que siguen, Santiago 2:21-26
El muy recordado Myer Pearlman, en su Teología Bíblica y Sistemática, estudiada por varias generaciones, comenta en la Pg. 172, lo siguiente, que se aplica a estos versículos y a los anteriores:
“Se ha imaginado una contradicción entre las enseñanzas de Pablo y las de Santiago, puesto que uno aparentemente enseña que una persona es justificada por la fe y el otro por las obras (Cf. Romanos 3:20 y Santiago 2:14-26). Sin embargo, la comprensión del sentido en el que se usan estos vocablos disipará rápidamente la supuesta dificultad. Pablo elogia o encomia una fe viva que confía solo en Dios; Santiago denuncia una fe formalista, muerta, que es meramente un asentimiento intelectual. Pablo rechaza las obras muertas de la ley, u obras sin fe; Santiago encomia las obras vivas que demuestran que la fe es vital. La justificación de que nos habla Pablo se refiere al comienzo de la vida cristiana; mientras que Santiago emplea el vocablo en el sentido de esa vida de obediencia y santidad que es la expresión exterior o evidencia de que una persona es salvada. Pablo combate el legalismo, o dependencia en obras de salvación; Santiago combate “el antinomianismo”, o las enseñanzas de que no importa mucho de que manera uno vive mientras uno cree. Pablo y Santiago no son dos soldados que se oponen entre sí; están espalda con espalda, luchando contra enemigos que vienen de direcciones opuestas”.