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La paradoja de la lengua, Stg 3:9-12

3:9-12 “Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce”


Manifiesta Santiago que se da una paradoja relacionada con la lengua: ocurren cosas positivas y cosas negativas. Con la lengua, un creyente bendice a otro, y con esa misma lengua puede hablar mal de otro. Un ejemplo lo vemos en Pedro quien proclamó entusiastamente a Cristo como el ungido y, en la hora crítica, con improperios, dijo no conocerlo.

Palabras dulces, amables, puras deben salir de nuestros labios, en lugar de amarguras, insultos, maledicencias. Es por esto la paradoja, de la misma fuente salen dos productos completamente contrarios. Esto parece imposible y, efectivamente lo es. En realidad, cuando el creyente vive esa paradoja, es decir, de sus labios salen expresiones de maldad, de crítica destructiva, de insultos, y al mismo tiempo puede alabar al Señor en los cultos de la iglesia, cuando evangeliza o cuando da testimonio. Se revela como una persona de doble ánimo, de la que habla Santiago en el capítulo primero y a la que menciona Jesús sobre el servir a dos señores, en Mateo 6:24. Por lo tanto, quien no refrena su lengua, está apartándose del reino de Dios.

Cuando le preguntaron a Jesús sobre cómo identificar a los falsos profetas, les contestó: “por sus frutos los conoceréis” (Mateo 6:16); expresó, también, “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno” (Lucas 6:45). Ninguna planta o árbol puede producir aceitunas e higos, es imposible; o se es higuera o se es olivo. De la misma manera el creyente, o es cristiano, si refrena su lengua; o no lo es, si no puede controlarla.

Nota histórica.

Las aceitunas u olivos son frutos del olivar, y eran muy comunes en la época del cristianismo primitivo. De esta fruta se obtiene el aceite, el cual era el combustible principal para alumbrar por las noches las casas, y las lámparas de las ciudades, así como también para cocinar y como medicina al mezclarse con otros elementos. Sobre este fruto existen más de trescientas referencias en la Biblia. Santiago habla de estos frutos haciendo referencia a la congruencia del cristiano y su fruto, ya que no había posibilidad alguna que un olivar diera algo distinto. La higuera era un árbol muy común también en Palestina, y es la primera planta mencionada en las escrituras (Génesis 3:7). El árbol daba fruto dos veces al año, y sus hojas eran usadas como tratamiento medicinal en heridas del cuerpo. Ambos frutos, junto con la vid, eran conocidos por todos los habitantes de las tierras bíblicas, por ello las referencias de Santiago eran entendidas claramente.

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