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El Señor Jesús, en la lista de bienaventuranzas precisó: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5:7). Los creyentes deben hablar y obrar, dice Santiago, recordando que un día serán juzgados por Dios y por la “la ley de la libertad”, es decir la ley y el amor que el Señor derrama en el corazón de los creyentes por medio de su Espíritu. “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia…” “El que cierra su oído al clamor del pobre; también él clamará, y no será oído” (Pr. 21:13); El Señor Jesús magistralmente, como siempre, resaltó la actitud perdonadora y misericordiosa en la parábola de “los dos deudores” relatada en Mateo 18:23-35. El rey supuesto perdonó a una persona que le debía 10 000 talentos, porque se humilló dramáticamente, de tal manera que “el rey” le perdonó esa enorme deuda. Sin embargo, ese individuo perdonado, no tuvo misericordia de un consiervo que le debía la pequeña cantidad de 100 denarios. “El rey” se enojó en extremó de “ese siervo malvado” que no tuvo misericordia, como se había tenido con él y lo castigó.
1Francisco Lacueva, La Iglesia, cuerpo de Cristo (Curso de Formación Teológica Evangélica, Tomo 6) Para más información consultar la tercera parte “la membrecía”.
La lección fuerte para todos, dice el comentario de la B.Est. Pent. Pg. 1316, es que se puede perder el perdón de Dios al mantener un corazón amargado que se niegue a perdonar (Mt 6:14,15; Heb 12:15; Stg 3:11,14). Y se extiende el concepto en Efesios 4:31,32, en donde Pablo afirma que la amargura y el resentimiento son incompatibles con la profesión de fe del creyente, y que eso no debe existir.