LBC Menú
Capítulos:
La respuesta de Dios es tajante y aparentemente dolorosa, se trata de un “no” rotundo. Dios le dice: te es suficiente mi gracia y no acaba ahí, sino que habla de su poder. El escritor usa la palabra griega δύναμις (dúnamis o dinamis), que se usa también en hechos 1:8, implicando un milagro, es decir el milagro de recibir poder para ser testigos; aquí su poder se completa en la debilidad. Esto implica que a pesar de su debilidad y la aflicción permanente causadas por el aguijón, Dios seguiría dando muestras de su milagro al sostenerlo en el camino para el cual había sido llamado.
Esta respuesta no rompe con la fe pentecostal sobre la sanidad, ya que, a pesar de que es voluntad de Dios que el hombre esté sano (1 Ts 5:23), también se entiende, a través de este versículo, que es el mismo Dios quien muestra su gracia brindando sanidad.
En la actualidad, doctrinas como la confesión positiva, que enseñan que el poder está en las palabras motivan al creyente a pensar que Dios actúa según sus deseos y expresiones y si la persona dice: “yo decreto mi sanidad”, por el poder de su palabra será sana. Lo que el apóstol a los gentiles escribe en este versículo rompe con todo aquello que pudiera enseñarse sobre confesión positiva.
Pablo no dio un decreto de sanidad, sino que se acercó a Dios confiando en el poder de la oración y demostrando que tenía fe en Él. ¿Por qué no simplemente decretó: soy sano? Él sabía que no se trataba de él, sino de la voluntad absoluta del Dios que completa el milagro en la debilidad.
El mismo que pasa por las aguas y por el fuego cuando su servidor está en ellas, tal cual prometió a su pueblo Israel (Isaías 43:1-3).
Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. La respuesta de Pablo fue en su totalidad la de un siervo, como él se presenta más de una ocasión (Romanos 1:1; Gálatas 1:10; Tito 1:1). Simplemente respondió: ¡Sí Señor!, a lo decretado por Dios. Él aceptó con gozo la negación de ser libertado de ese aguijón porque sabía que el poder de Dios seguiría siendo el motivo de su gloria en medio de la debilidad.
La reacción del hombre ante una respuesta negativa es causa de rechazo a Dios. La pérdida de un ser amado, enfermedad, carencia de algún bien, material o no, que se considera necesario para vivir en más de una ocasión es motivo de distanciamiento entre el hombre y Dios. El ser humano no se percata de la forma en que Dios quiere mostrar su poder milagroso ante esa carencia e impide que Dios le muestre su gloria.