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Fiel a la costumbre de la época y por lo mencionado en sus epístolas, el apóstol Pablo se despide de la iglesia con un saludo afectuoso entre los hermanos verdaderos, lavados con la misma sangre del cordero santo.
La palabra “ósculo” se define como un beso de respeto o afecto.
Se encuentran cinco epístolas que terminan animando a los hermanos a que se saluden o despidan con esta muestra de afecto. Cuatro de Pablo: 2Co 13:12, más Romanos 16:16, 1 Corintios 16:20 y 1 Tesalonicenses 5:26. Y una despedida en la primera epístola de Pedro (1 P 5:14). En el primer siglo era una salutación común equivalente a un apretón de manos. Hoy en día se mantiene esa costumbre en el Medio Oriente.
en muchas congregaciones es costumbre esta práctica, cuando los hermanos llegan y cuando se despiden. En todos los casos debe ser santo, sin connotaciones sexuales y sincero. Un tiempo solo se practicaba entre personas del mismo sexo, besándose en las mejillas. En la época actual se dan los besos con mucha liberalidad, aun con personas visitantes a las congregaciones. Todo esto es un remedo de lo que se hace en el mundo, pues familiares, amigos y aun desconocidos cuando son presentados, cuando reciben un premio o en otras circunstancias, con mucha facilidad se besan o por lo menos se rosan las mejillas. Con todo, una hermosa práctica cristiana no debiera olvidarse.
También les dice que los “santos” hermanos en Cristo que se encontraban con él en ese momento cuando se escribía la epístola les mandaban saludos. Estos hermanos probablemente pudieron haber sido los filipenses cuando el apóstol se encontraba en su tercer viaje misionero.
La comunión de la iglesia debe ser permanente. Todos somos hijos de Dios y por tanto debemos en todo momento vernos como hermanos amados. La gente del mundo debe ver en nosotros el amor del Padre y el amor que sentimos por su Iglesia, de esta manera nuestro Salvador lo citó en Juan 13:35 En esto conocerán que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.