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Apocalípsis

1 Juan 1:8-10 “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”.


El apóstol Juan ha dicho hasta el versículo siete que la clave de la comunión y de la santidad es precisamente la comunión con Jesús y que ésta es mantenida al obedecer el mandamiento de estar en comunión con los hermanos, y que todo esto es posible mediante la sangre de Jesús.

Sin embargo, ahora parece tirarlo todo por la borda diciendo que, si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos. El pecado es lo que separa al ser humano de Dios. Ningún pecado, por más pequeño que sea, se puede justificar ante Aquel que es luz y no hay ningunas tinieblas en Él. Esto parece regresar todo el discurso a su problemática inicial: que el hombre es pecador, tanto que si alguno dijera que no tiene pecado se convertiría en mentiroso. La Biblia dice que “todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre” (Ap 21:8).

El apóstol Juan “contradice a los que afirman que el pecado no existe como principio o poder en la naturaleza humana, o a los que sostienen que sus malas acciones no son en realidad pecado. Hoy esa herejía se manifiesta entre los que niegan la realidad del pecado e interpretan el mal en términos de causas deterministas, psicológicas o sociales”. ( B. Est. Pentecostal Pag. 1827)

9 “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad”.
Este es uno de los grandes textos que llenan de esperanza a todos los cristianos. Juan acaba de decir que nadie diga que no tiene pecado, o mejor, que no ha pecado después de ser salvo. El hombre no es pecador porque peca, sino que peca porque es pecador”, dice un antiguo y triste pensamiento.

Aquí surge un breve sermón de tres puntos:

Algunos intérpretes bíblicos ven en la acción de “confesar nuestros pecados”, que eso “abarca también la confesión a nuestros prójimos de las ofensas cometidas contra ellos” (Coment.Exeg. y Expl. de la B. Pag. 178).

Evidentemente no todo pecado se tratará de una falta cometida contra un hermano; por lo que se debe puntualizar el orden:

Es maravilloso recordar que el Señor Jesús tiene directivas para ambos: el ofensor y el ofendido: “Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas” (Marcos 11: 25,26).


10 “Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”. El cristiano que permanece en comunión con Jesús permanece cubierto por su sangre, limpiado de todo pecado, haciendo honor a la invitación de ser santo. (Ro 1:7). No obstante, si alguno dice que no tiene pecado (v.8), pero no obedece el mandamiento del amor, entonces no tiene realmente comunión con Jesús, (Juan 15: 9,10). Si pierde la comunión con Jesús no hay forma que no sea pecador y por ser pecador se aleja de Dios y de permanecer así, enfrenta un desastroso final, si no hay arrepentimiento.

Debe decirse, que es incorrecto tomar fuera de contexto el versículo siete y decir que no hay ninguno que pueda ser santo, y que no hay nadie que pueda dejar de ser pecador, pues esto no solo contradeciría al contexto de 1 Juan Cap. 1 y a toda la epístola, sino a todo el Nuevo Testamento. Pero, “si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. (2:1). Es decir, siempre hay una puerta abierta para el que peca en contra de su voluntad, y como lo último que quisiera hacer.

Evidentemente existirán ocasiones en que la reconciliación no sea posible, cuando exista una persecución contra el cristiano o sea objeto de una injusticia. Con toda humildad y dependencia, en oración y ayuno se deberá proceder. Recordar el consejo paulino: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Rom 12:18).

Para Meditar

Cuán importante son estas declaraciones. Muchos de los problemas que se dan entre los cristianos asistiendo a la misma iglesia o siendo parte de la misma Denominación, se resolverían pronto; si se siguieran las directrices del Señor Jesús y el apóstol Juan, a fin de no dejar que el enemigo tome ventaja y levante barreras, que afecten una perfecta relación con el Padre. El maravilloso Espíritu Santo estará siempre redarguyendo al buen creyente hasta que haga las paces.


El proceso enseñado por Jesús para solucionar un problema entre creyentes con la posible intervención de la iglesia, se encuentra en Mateo 18:15-22 : “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano”.

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