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El apóstol Juan marca la pauta de a quienes ha escrito esta carta al decir “a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios”, esto da por confirmado que no es un tratado evangelístico del apóstol para todo lector, sino más bien una carta dirigida a los creyentes que han creído en Jesucristo y son llamados cristianos y que tienen a su favor la mayor de las certezas que un ser humano puede recibir, “para que sepáis que tenéis vida eterna”. Nótese que se afirma en tiempo presente: tenéis vida eterna, no dice tendrán vida eterna, en tiempo futuro.
Por otra parte se observa un gran contraste con la gente sin Cristo, que no tiene ninguna seguridad sobre su vida futura. Creen en Dios, pero no han entrado en una perfecta relación con su Hijo Jesús, reconociéndolo como su Salvador y Señor, habiendo dado los dos pasos que se requieren:
…si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad. Se conoce la voluntad de Dios en muchos casos porque se revela en la Biblia. En otras ocasiones se aclara sólo cuando se busca con devoción. Una vez que se conoce su voluntad acerca de cualquier asunto, se puede pedir con confianza y fe. Cuando los creyentes actúan así, tienen la certeza de que Él los oye y que se realizará el plan de Dios para ellos. Debe recordarse lo dicho en 3:22, en donde se recalca que se deben guardar Sus mandamientos y “hacer las cosas que son agradables delante de Él”. Obedecer, amar y agradar a Dios ( Mt 6:15; Mr 11:25; Jn 8:29; 2 Co 5:9;Ef 5:10; Heb 13:21; Stg 5:16 ) son condiciones indispensables para recibir lo que se pide en oración. (conceptos en la B. de Est.Pent. Pgs 1833-35)