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El apóstol Juan ahora es enfático al decir “Nosotros somos de Dios”, esto representa que existe una gran diferencia entre los oyentes del mundo y los que conocen a Dios. Ya que lo que realmente distingue a la gente del mundo, de la gente “que conoce a Dios” es su actitud hacia Jesucristo. Por ello, el creyente “nos oye” porque han conocido al Dios verdadero y el que no ha permitido que la gracia llegue a su vida realmente “no nos oye” porque sigue cargando con pecado y desobediencia al Espíritu Santo. El apóstol enseña que los cristianos que enseñan con fidelidad la Palabra de Dios no ganarán ninguna popularidad entre la gente, pero habrán ganado un gran galardón en el cielo.
Ahora bien, saber que la Palabra de Dios demanda santidad y obediencia nos hará rechazar todo engaño del enemigo que con crueldad sigue interviniendo en el mundo para llevarse a más, al castigo por toda una eternidad. Podemos decir ahora que “en esto conocemos el espíritu de verdad”, porque nos ha sacado del mundo y nos ha llevado al Dios santo único y verdadero. Y que nos ha enseñado que la doctrina pura y santa es la que nos llevará al crecimiento espiritual y a discernir que “el espíritu de error” se opone a todo esto. Allí radica la importancia del apóstol Juan al decir que probemos los espíritus si son de Dios o no, porque el error en sí mismo traerá condenación, pero la verdad traerá salvación eterna.