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El apóstol Juan insiste nuevamente en que el amor hacia Dios y hacia la gente está estrechamente ligado. Juan está pensando en el amor de Dios en la medida en que expresamos el amor por los hermanos. Por ello, el apóstol dice “en esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios”, ahora como hijos adoptivos por la obra de la sangre de nuestro Señor Jesucristo, contamos con la bendición de ver a personas que han venido también a los pies de Cristo al ser perdonadas y limpiadas, convirtiéndose en preciosos hermanos en la fe. Como tales nos rige el solo enfoque de vivir agradando en todo a nuestro amado Padre Celestial (Jn 8:29). Por ello, el apóstol Juan se apresura a decir que el verdadero amor se expresa “cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos”, porque esto demuestra un esfuerzo por cumplir la voluntad de Dios que está impregnada en toda la santa Escritura.
El apóstol vuelve a confirmar lo que ha dicho “pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos”, esto no significa que Juan sea un legalista como lo llegaban a ser aquellos judaizantes a los cuales enfrentaron los apóstoles en el siglo I, que decían que para obtener la salvación en Jesús no bastaba practicar la doctrina de Cristo, sino que debían observar todo lo marcado en la Ley de Moisés. Lo que en realidad estaba en la mente del apóstol Juan es que el amor es activo, realizando de manera natural las cosas que agradan a nuestro Amado Dios (Jn 14:15). “y sus mandamientos no son gravosos”. Esto no significa que resulta fácil desobligarnos de lo que hemos recibido como un mandato de parte de nuestro Dios, sino más bien Juan trata de decirnos que las ordenanzas del Padre no son una carga que causen tristeza o molestia, o sean difíciles de cumplir, sino por el contrario en el tiempo de Dios son agradables, edificantes y muy protectores.