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1 Juan 3:14-15 “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. 15 Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.”


Una vez más, Juan apóstol acentúa que la característica de la genuina salvación y del andar en Cristo es el amor al hermano. Y dice su antítesis también: «El que no ama a su hermano, permanece en muerte». No importa si tiene nombre de que vive (Ap 3:1), si no demuestra con sus hechos que en verdad ama al hermano, su alma permanece separada de Cristo. No puede el muerto estar cerca de Cristo y permanecer muerto, si permanece muerto es que está alejado de Cristo y desunido de Él: no tiene parte con el Señor, no es elegido y fiel (Ap 17:14). Esta es una tremenda sentencia que debería estremecer a todo aquel que no anda en el amor de Dios, y debía hacerle entender lo grave que es para Dios que el cristiano no ame a su prójimo verdaderamente.

Procede así a definir claramente lo que significa el homicidio, haciendo eco a las palabras de Jesús en el sermón del monte (Mt 5:21-26. No es homicida únicamente el que quita la vida física del hermano, sino el que no lo ama. Y todo aquel que es homicida está quebrantando uno de los mandamientos de la ley de Dios, y pone en riesgo la vida eterna. Entonces es agregada aquí la palabra traducida por RV como «permanente», del «gr. menō» que significa también «habitar o continuar». Es decir, que la vida eterna es interrumpida en esa persona, abre la posibilidad, no solo para aquel que jamás ha caminado con Cristo y permanece en muerte, sino para aquel que empezó a vivir en esta vida eterna, pero que la ha interrumpido.

De ahí, ningún camino sino el amor es suficiente. Ninguna cantidad de dinero, ningún sacrificio propio, ningún estímulo religioso, ningún grado o distinción humana, etc., nada, absolutamente nada en este mundo y fuera de él puede ser un substitutorio para esta condición de Dios. Es por ello que el amor al prójimo es el mandamiento de Cristo y quien no cumple con este mandamiento demuestra:


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