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El apóstol Juan, sin embargo, no escribe a quienes andan en desobediencia del mandamiento de Cristo, sino a aquellos cuyos pecados han sido perdonados (v. 12), aquellos que han sido llenos del amor de Dios y ahora viven en santidad. Y esto fue hecho, por el bien del nombre de Jesús (v. 12), es decir, como comprobación de la eficacia de la obra y palabra de Cristo. La Iglesia sigue viva en la tierra, y por el amor a su nombre los pecados le han sido perdonados.
Ahora bien, Juan se dirige a los padres. Esta palabra aquí también puede ser traducida, del griego patēr, como ancestros, además de padre. «… le habéis conocido desde el principio»; esta última palabra que Juan emplea aquí es la misma de Juan 1:1 y 1 Juan 1:1, en un sentido del principio del mundo (o inclusive, antes del mundo).
Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Los jóvenes son los que han vencido al maligno, no los ancianos de gran experiencia, ni los niños quienes son inocentes y tiernos, sino precisamente los jóvenes, los que son perseguidos por las más terribles y poderosas tentaciones. ¡Este es el poder del evangelio!, el cual aún a los más débiles en la carne, los hace más fuertes (Joel 3:10), mediante el poder del Espíritu Santo. Y aquí Juan incluye a los niños también; un niño en la cultura hebrea era uno menor de 13 años. Los niños pueden conocer al Padre y no es necesario esperar a que sean adultos para ello; ellos pueden entender los elementos necesarios para la salvación, y mediante Jesucristo, conocer al Padre.