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Dice que la ley —en clara referencia a la ley de Moisés— resguarda la sombra de los bienes venideros; es decir, es una mirada en retrospectiva a lo real; sin embargo, no deja de ser irreal (aunque sirva de ejemplo). Es por ello que la sombra no puede —y nunca puede—, realmente purificar y hacer perfectos a los que utilizan este culto como medio. Obsérvese que se utiliza el término hacer perfectos, pues Dios no admite la imperfección en ningún sacrificio: p. ej. Éxodo 12:5 dice: “El animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras”, etc., de ahí que se trata de aquello que sea efectivo para traer perfección al alma. La perfección no deja de ser un término relativo que depende estrictamente de quien recibe el sacrificio, es decir, en este caso, de Dios mismo. Explica así, que el sacrifico de animales, estaba de alguna manera diseñado para no traer perfección, aunque, la sombra (el animal perfecto), dijera en sí que debería traer perfección a quien lo ofreciera.
Luego el escritor explica la razón —argumentando en base a los resultados y a lo igualmente prescrito—, por la que no pueden estos sacrificios traer perfección: en primer lugar, porque el oferente continúa teniendo conciencia de pecado; y en segundo, porque se tienen que ofrecer cada año.
es común escuchar la expresión “no soy perfecto” en algunos círculos evangélicos; sin embargo, el libro de Hebreos habla de que aquel que ha recibido salvación ha sido “hecho perfecto” (véase, p.ej. Hebreos 12:23). El término perfecto hace clara referencia al sacrificio de Cristo, y que, por ese sacrificio, todos los que en Él creen son hechos perfectos, es decir, aceptos ante de Dios. Cuando una persona utiliza la expresión “no soy perfecto” claramente se está enfocando en sus esfuerzos personales (cosa que contraría la sana doctrina); mientras que la doctrina bíblica dice que el cristiano debe dirigir siempre su mirada, no a los méritos propios, sino a los de Cristo, y hacerlos suyos mediante la fe. Por tanto, se desaconseja la expresión arriba mencionada, pues ante Dios, demerita el sacrificio de Cristo mismo al buscar encontrar empatía con los pecadores. Pablo dijo también: “¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gál 1:10).