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Vivir por fe significa depender de Dios solamente en todo, y no de lo que Él provee. Así Abraham fue probado para ofrecer a Isaac; y aunque se le había dicho: “En Isaac te será llamada descendencia”, ahora era llamado a ofrecer el hijo tan esperado. ¿Por qué? Porque Dios quería que fuese Él y no Isaac el que trajere la descendencia de Abraham y el cumplimiento de las promesas. Abraham tenía que ofrecer lo que más amaba en la tierra para efectivamente recibir la bendición espiritual prometida; y así demostrara que el cumplimiento de la promesa no dependía de Isaac sino, una vez más, de Dios mismo.
En el pensamiento de fe, Abraham sabía “que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos”. Abraham creía en la resurrección y creía en el poder ilimitado de Dios; no sabía qué Dios haría exactamente, pero sabía que de alguna manera, aunque él matara a su propio hijo, Dios cumpliría lo que dijo: “En Isaac te será llamada descendencia”. Por lo tanto —nos dice el escritor de Hebreos— en sentido figurado recibió resucitado a su hijo. Para Dios y para Él fue como si lo hubiese matado, pues Abraham realmente estaba determinado a obedecer a Dios a costa de lo que fuera. El texto referido dice: “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuando no me rehusaste a tu hijo, tu único” (Gn 22:12), obsérvese, una vez más, que el temor a Dios va ligado a la fe. Abraham no temió a todas las implicaciones de asesinar a su propio hijo, sino a Dios, el dador de la vida, quien levanta de los muertos y da vida a quien quiere (Jn 5:21, vea también Mt 10:28).
el verdadero seguidor de Cristo está dispuesto a sacrificar todo por el Señor y no hay nada que lo interponga ante Él. Dios llama a sus hijos a ceder sus riquezas, su posición ante el mundo, su prestigio personal y aun su propio conyuge e hijos por Cristo. Él dijo: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lc 14:26).