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Esta sección incluye la segunda de las cinco exhortaciones de la Epístola.
Aquí se explica el peligro de la duda y la incredulidad debido a la dureza del corazón. Dos veces se menciona la frase “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”, tomada del Salmo 95:7-11, en los versículos 7 y 15 de este capítulo 3, en donde el salmista pasa de una invitación nacional para adorar al Dios vivo, a una exhortación a la obediencia y a la fidelidad. En los siguientes versículos del Salmo 95 se escucha la voz de Dios advirtiendo a su pueblo de no tener un corazón malo, de no provocar a Dios y de evitar la duda y la incredulidad. Las consecuencias de desobedecer a Dios para el pueblo de Israel en el desierto fueron terribles, pues el Señor “se disgustó con esa generación y no entraron en su reposo”.
Por lo menos en dos ocasiones el pueblo de Israel altercó con Dios; la primera vez que lo hicieron fue cuando habían cruzado el desierto de Sin y acamparon en Refidim (Éx 17:1-7); allí Jehová les dio a beber agua de la peña y Moisés llamó aquel lugar “Masah” “tentación”, o “prueba”; pues, fue el lugar donde probaron a Dios; y “Meriba” “contienda o rencilla”, porque fue donde contendieron con Moisés;
El segundo suceso fue en el desierto de Param, desde donde fueron enviados doce espías para reconocer la tierra prometida, y traer noticias de ella; al regresar después de recorrer la tierra durante cuarenta días; diez de los espías desanimaron al pueblo hablando mal de la tierra y de sus moradores. Sin embargo, dos jóvenes, Josué y Caleb, rasgaron sus vestidos y hablaron al pueblo diciendo: “Si Jehová se agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel. Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis”. (Nm 14:8,9); diez veces habían tentado a Dios, y no habían oído su voz. (Nm 14:22).
Dios se disgustó con esa generación, y cuarenta años anduvieron en el desierto, viendo las maravillas, y las derrotas de los pueblos enemigos, sin embargo, mantuvieron siempre un corazón duro e incrédulo. El Señor cumplió la promesa de llevarlos a la tierra prometida, pero, a todos los que murmuraron e incitaron al pueblo a volver a atrás, no se les permitió la entrada a la tierra de la promesa, y perecieron en el desierto. Estuvieron tan cerca de la tierra prometida y no disfrutaron de ella, por su duro corazón.(Ex 7:1-7; Nm 20:1-13).
Ahora el llamado era para la generación de judíos que se encontraban dispersos por todo el imperio romano (Hch 2:8-11; Stg 1:1; 1 P 1:1); una vez más Dios había hablado, pero, ahora lo hacía por el Hijo, y el llamado de advertencia era a no endurecer el corazón como sus antepasados y no endurecer sus corazones para poder entrar en el reposo de Dios.
Gracias a Dios, porque ha dado a los gentiles la oportunidad de conocer de su amor y su misericordia, invitando a todos: si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, basta solamente acercarse a la cruz de Jesucristo y de ahí brotará el agua que salta para vida eterna.
b b3.7–11: Sal. 95.7–11.