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Ahora bien, el escritor de Hebreos abre una nueva posibilidad. Pues no se trata de que aquel que entra en la gracia de Dios dejará de tener una libre voluntad; así que, si el cristiano deja de entrar al Lugar Santísimo (como lo ordena Dios en los versículos anteriores), éste se irá inclinando al pecado. La forma de pecar de aquel que ya ha “recibido el conocimiento de la verdad” es distinta: ahora peca voluntariamente. Conoce la voluntad de Dios, pero decide desobedecer. Ya no por ignorancia (1 Ti 1:13), sino totalmente consciente de su pecado. Cuando esto sucede, dice el escritor de Hebreos, el infractor se coloca así mismo en el mismo lugar de aquellos que no conocen a Dios, y va camino al infierno junto con ellos.
el pecar voluntariamente no puede existir en aquellos cristianos que diariamente caminan con Cristo y que son vencedores contra el pecado; no existe para él aquello que dicta: “todos somos pecadores porque podemos pecar hasta con el pensamiento”, ya que, pueden existir tentaciones (Cristo mismo fue tentado), sin embargo, éste clama a la sangre de Jesús y es librado. Asimismo, el Espíritu Santo, que vive en el creyente, le guía por sendas de justicia (Sal 23:3, etc.) y le reprende al estar haciendo el mal inconscientemente (1 Jn 3:20).