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Dice, en primer lugar, que es necesario tener esperanza en algo para luego tener fe; es decir, antes de la fe está la esperanza. Una esperanza tiene que ver con las probabilidades de obtener algo. Así, la esperanza se convierte en fe cuando adquiere el carácter de certeza, “certeza de lo que se espera”; es decir, cuando esas probabilidades se convierten en un cien por ciento.
En segundo lugar, la palabra griega en el Textus Receptus para “certeza” es «hypostasis», la cual, en primera instancia es un verbo que significa “poner una estructura, un fundamento o una sustancia”. En otras palabras, es establecer algo como totalmente tangible. Por tanto, cuando se lee “la convicción de lo que no se ve”, se deduce el significado completo: hacer de lo que no se ve, una sustancia visible. Por ello, la fe no es un mero pensamiento o sentimiento, sino el actuar en base a la certeza de que algo existe.
Aunque la fe puede establecerse casi para cualquier cosa, la fe a la que las Escrituras siempre se refieren es a la fe en Dios. Jesús dijo: “Tened fe en Dios” (Mr 11:22). Por tanto, la fe en Dios es establecer como algo totalmente seguro lo que Él ha dicho en su Palabra y actuar en base a ese fundamento. Dicho de otro modo, la fe es convertir la Palabra de Dios en sustancia —sustanciar— y esto mediante acciones que respaldan la certeza que el verdadero creyente tiene en que Dios siempre cumple lo que dice.