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El escritor de Hebreos vuelve a citar el salmo 110:4, en donde Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, un juramento que no se podía romper. Contrariamente no hay un juramento sobre el sacerdocio de Aarón o el de sus hijos ni algún indicio de que su sacerdocio sería eterno, perfecto o inamovible. Dios tenía en la mente que la labor de los hijos de Leví sería en un tiempo determinado, para una época y unas personas en específico, pero vendría alguien mejor: un sacerdote perfecto y eterno.
Otro tema parecido viene cuando Dios le dice a David que siempre habría un descendiente suyo en el trono (2 S 7:16). Aunque en este no hay juramento, la promesa basta. Una vez más se reafirma: Jesucristo Rey y Sacerdote por siempre.
Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto”. Un contrato diferente al anterior pero también mejor (aunque este tema se desarrollará de mejor manera en el siguiente capítulo).
El mejor pacto es uno también perfecto donde no se necesitan más intercesores que el Hijo de Dios, Jesucristo; un mejor pacto que no necesita de animales para cubrir un pecado, sino de la sangre de Cristo para borrar el pecado.