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El escritor de Hebreos, hace aquí una pausa para resumir todo lo que ha venido diciendo por el bien de la santidad, y dice terminantemente que la paz es un sendero que nos ayuda a vivir en santidad, como dijo David: “¿Quién es el hombre que desea vida, Que desea muchos días para ver el bien? Guarda tu lengua del mal, Y tus labios de hablar engaño. Apártate del mal, y haz el bien; Busca la paz, y síguela” (Sal 34:12-14). Y también: “He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza” (Ap 16:15). Por tanto, la santidad es un estado de total dependencia del Señor, como lo dice varias veces Cristo en Juan 15, “permaneced en mí”.
Ver al Señor es la meta de todos los hijos de Dios que viven en obediencia, es decir, que permanecen unidos a la Vid Verdadera, que viven en santidad. Los que tienen su vista fija en Cristo aquí, verán su rostro allá. Pero, ¡ay de los que desvían su mirada del Señor para ponerla en las cosas de la tierra! (Col 1:1), pues su falta de santidad le hará ser hallados faltos delante de Dios (Dn 5:27).